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Retratos de la identidad mexicana

El cine mexicano en su mayor esplendor (1936-1959) se constituyó como un periodo querido que hoy genera nostalgia.

Las figuras más brillantes del este arte surgieron en esta etapa. La pantalla grande fue la vía para que México fuera conocido en todo el mundo. Marga López, Dolores de Río, María Félix; el adorado Pedrito Infante, Tintán o Jorge Negrete, qué decir de “El Indio” Fernández y fotógrafos como Gabriel Figueroa… todos ellos son nombres que se convirtieron en arquetipos propios de esa mexicanidad inmortal.

La época dorada de la cinematografía mexicana fue una construcción de símbolos cuyos significados, inmersos en una narrativa, expresaban formas de pensar y de percibir, tanto el mundo, como los estratos sociales de su tiempo y la individualidad. 

Sin embargo, no todo fue “miel sobre hojuelas”, en algún momento, las producciones cayeron en arquetipos y clichés: el charro valiente, el indio tonto, el pobre ingenuo y la mujer inmaculada.

“A cada uno de estos personajes se les ve desde abajo con admiración, o desde arriba, condenando”.

Echemos un vistazo a algunos de estos arquetipos tan peculiares:

Mujer inmaculada 

Estos personajes solían estar construidos en torno a la figura masculina. Siempre pura, hermosa, digna de ser amada, mientras conserve su dignidad. Es la mamá que se sacrifica y sufre. La vemos a expensas del hombre y como si esa fuera su misión en la vida.

   
       
Charro valiente

De sombrero, seductor y dominante, el imaginario de la masculinidad se presenta como un charro que casi desaparecía al lado de figuras como Zapata. Así, vemos lo vemos en Negrete o Infante, hasta el hombre trabajador de barrio que ve por su familia. En Tin Tan se presenta como un tipo coqueto y encantador, ocurrente, bebedor y violento por naturaleza, cuando se trata de cuidar su “propiedad”.

Pobre inocente 

¿Qué decir de la tragedia mexicana? En estas películas al de bajos recursos, quien vivía entre infortunios, ¡vaya que le iba mal! Si de pasar tragos amargos se trataba, el mexicano sabía cómo hacerlo. Para esto, la tragedia comienza desde la buena pero ignorante e ingenua visión del que quiere ganarse la vida y ver por sus seres queridos. No era suficientemente triste ser pobre, sino, además tener buena voluntad, echarle ganas y siempre ver lluvia sobre agua. Un rincón cerca del cielo es un ejemplo de este recurrente y necesario escenario.

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