Pregúntate:
¿Qué es lo que quiero? ¿Por qué o para qué lo quiero? ¿En qué va cambiar mi vida, relación, persona, etc. cuando logre mi meta? Escribe las respuestas.

Establece un compromiso contigo mismo.
Pregúntate si vale la pena el esfuerzo que tienes que hacer. Ponte metas que realmente te motiven.

Escribe tu meta y analízala.
Al escribirla, podrás ver tus objetivos con mayor claridad y comprometerte contigo mismo. ¿Depende de ti? ¿Es alcanzable?

Analiza tu situación actual.
Necesitas saber cuál es tu punto de partida, para saber hacia dónde dirigirte y cómo hacerlo.

Divide la meta en pequeñas metas.
Establece pequeños pasos que te vayan acercando a tu meta final. En cada meta intermedia analiza tus progresos y corrige lo que sea necesario.

Esto se aplica a cualquier tipo de metas: de salud, negocios, personales, etc. Si es una meta que incluye a otra persona, debes tomar en cuenta sus deseos, tiempos y necesidades.

Pon una fecha límite.
Poner una fecha nos "obliga". Define un plazo para la meta final y fechas parciales para las metas intermedias. Una de las principales diferencias entre un sueño y una meta realizable, es que la meta tiene una fecha límite.

Toma en cuenta los posibles obstáculos.
Falta de información o conocimientos, malos hábitos, nuestra forma de pensar o sentimientos negativos pueden poner en riesgo nuestras metas. Aprende a reconocer cada situación y a enfrentarla con convicción y con tu sueño por delante.

Identifica tus habilidades.
Pregúntate: ¿Cuáles son mis puntos fuertes o habilidades que me pueden ayudar? ¿Necesito apoyo? ¿De quién? Recuerda que es imposible que sepas todo y que seas experto en todo.

Desarrolla un plan de acción detallado y claro.
Haz un primer esbozo y ve agregando o modificando lo que sea necesario, a medida que vayas trabajando en él.

Comparte tu meta con alguien importante para ti y empieza hoy.